Cúpula

Recorrido por una larga historia

La colección de más de dos mil obras de arte europeo exige algo más que erudición histórica, requiere de escuchar atentamente lo que las piezas aún dicen

Recorrido por una larga historia
Foto: Leslie Pérez

El Museo Nacional de San Carlos (MNSC), ubicado en la Ciudad de México, resguarda una de las colecciones de arte europeo más importantes del país. Su sede, una joya arquitectónica del siglo XVIII diseñada por Manuel Tolsá, alberga más de dos mil obras que abarcan desde el siglo XIV hasta el XX. Este vasto acervo convierte al recinto en un espacio donde el arte y la historia dialogan con el presente y ofrecen nuevas interpretaciones a cada visitante.

Aquí, la figura del curador se presenta como un custodio del tiempo y del significado. Luis Gómez Mata, historiador de arte y responsable del acervo, dice: "En los siglos XV y XVI, el curador era quien cuidaba, protegía y velaba por el otro. Esa idea no sólo es histórica, sino que sigue siendo el corazón de mi trabajo diario". Para él, no es casual que el término haya perdurado hasta nuestros días: “Sigue iluminando la labor que transforma al museo en un espacio vivo”.

(Créditos: Leslie Pérez)

Hacer la curaduría de un museo va mucho más allá de ordenar objetos o construir discursos. Es, en sus palabras, "resguardar relaciones, salvar significados y sostener los hilos históricos de cada obra. No se trata simplemente de exhibir piezas, sino de comprender y comunicar el contexto que las rodea".

Desde el corazón del MNSC, la curaduría se concibe como una forma sutil de mediación, donde “el gesto importa tanto como el contenido”, y en donde cada pieza es valorada no sólo por su historia y su época, sino también por su capacidad de dialogar con lo contemporáneo. Frente a un acervo tan amplio, la labor del curador adquiere una dimensión casi detectivesca: "Curar implica reconstruir historias a partir de indicios, leer entre líneas, rastrear archivos y devolverles vida. Cada obra, ya sea una pintura, una escultura o incluso el propio edificio, atraviesa un ciclo vital que no se agota en el momento de su creación, sino que se transforma, migra y adquiere lecturas nuevas con el paso del tiempo".

“Trabajar en San Carlos es traducir entre épocas, entre lenguajes, entre mundos distintos que pueden dialogar si sabemos cómo escucharlos”, afirma.

Por eso, el museo impulsa una curaduría abierta y crítica, capaz de entablar conversaciones con preocupaciones actuales —feministas, medioambientales, etc.— sin traicionar la esencia de las obras. "La responsabilidad es enorme, debemos actuar con rigor y respeto. No se trata de imponer interpretaciones, sino de abrir puertas al diálogo".

(Créditos: Leslie Pérez)

El curador también destaca el valor del trabajo colectivo detrás de cada exposición: "Soy parte de un entramado, un equipo donde la luz, el color, el espacio y el movimiento se conjugan para dar vida al relato museográfico. Yo puedo desarrollar la investigación, pero hay quienes saben cómo disponer la luz, pintar un muro u organizar el recorrido del visitante. El curador no trabaja solo". Se distancia de la figura del curador como “autor total” y reivindica el trabajo en equipo, la construcción interdisciplinaria de los relatos museográficos. Por ello, la figura del cicerone —ese acompañante que no adoctrina, pero ofrece claves; que no impone sentidos, pero orienta la mirada— resume con claridad su enfoque. "El visitante busca una experiencia. El reto es lograr que una escultura del siglo XIX le diga algo a un joven del siglo XXI. Y eso no se logra simplificando, sino profundizando".

Con esa convicción, el joven curador recorre las salas del museo convencido de que el arte aún puede conmover. "El arte tiene la capacidad de transformar al espectador, de tocarlo profundamente, si sabemos cómo presentarlo y contextualizarlo. Mirar con ojos nuevos lo que siempre ha estado ahí es un acto posible y necesario". 

En los próximos meses, el museo presentará una exposición dedicada a Eugenio Landesio, el paisajista italiano que fundó la cátedra de paisaje en la Academia de San Carlos, junto con sus discípulos. La muestra busca “releer su legado”, porque “una misma obra puede decir algo distinto según el contexto que la rodea”. “Ahí reside la potencia de la curaduría: en las relecturas, en los ecos que siguen vivos”..

La muestra —que incluye también a sus discípulos— busca releer su legado: “Lo fascinante de trabajar con acervos históricos es que una misma obra puede decir algo diferente según el contexto que la rodea. Es ahí donde está la potencia de la curaduría: en las relecturas”, expresa.

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