Recargada y más rabiosa que nunca retomó la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) sus investigaciones y actividades para detectar y combatir a los cárteles mexicanos de la droga, con la consecuente presentación de sus líderes y cómplices (políticos y empresarios, por ejemplo) ante la justicia estadounidense.
Reanudación, con la venia y respaldo absoluto del presidente Donald Trump, que se está convirtiendo en una roca en el zapato para la presidentA científicA, que prácticamente cada semana repite consignas en defensa de la soberanía nacional para evitar operativos directos de la agencia y fuerzas de EU en nuestro país. Le está tocando a la mandataria pagar los platos que rompió su antecesor, quien anuló en 2020 las actividades de la DEA en México, se negó a entregar visas a sus agentes y repartió abrazos a la delincuencia.
Ahora, cuando se construye lo que llaman segundo piso de la cuatroté, la agencia empezó a cobrar los agravios. En su Evaluación Nacional de Amenaza de Drogas 2025, difundido el jueves, advierte actividad de cárteles en los 32 estados de México, a sabiendas que un país donde el crimen organizado controla territorios y hasta cargos públicos no puede llamarse soberano. Con el agravante de que los cárteles dominantes (identifica a seis), son ya considerados como “Organizaciones Terroristas Extranjeras y Terroristas Globales Especialmente Designados”.
“La producción, el tráfico y la distribución de potentes drogas sintéticas ilícitas por parte de los cárteles mexicanos, principalmente fentanilo y metanfetamina, representan una grave amenaza para la salud pública, el Estado de derecho y la seguridad nacional en Estados Unidos”, dice el informe.
Cómo la “seguridad nacional” para Trump y los estadounidenses está por encima de cualquier consideración patriotera, el informe de la DEA es, en los hechos, un diagnóstico que refuerza las intenciones de una intervención de las fuerzas armadas de su país en México, como incluso lo han puesto sobre la mesa el embajador Ronald Johnson, y el jefe del Pentágono, Pete Hegseth.
Y para salvaguardar sus intereses y desactivar amenazas a su seguridad, los estadounidenses no piden permiso, como hicieron hace unos días en Venezuela: fuerzas de EU rescataron, con una operación quirúrgica, a cinco rehenes venezolanos que el gobierno del sátrapa Nicolás Maduro mantenía retenidos en la embajada de Argentina en Caracas.
Ni avisaron al gobierno, ni Maduro se enteró de que los estadounidenses, dirigidos por el secretario de Estado, Marco Rubio, ya estaban metidos hasta la cocina chavista-bolivariana. A echar las barbas a remojar.
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EN EL VISOR: Cena de bienvenida con todo y mariachis ofrecieron el empresario Carlos Slim, y el actor Eduardo Verástegui, al recién llegado embajador de EU, Ronald Johnson, quien mañana presenta sus cartas credenciales a la presidentA Sheinbaum. El diplomático trató de “hermano” al histrión que busca ante el INE registrar su partido de ultraderecha “Viva México”.
POR RAYMUNDO SÁNCHEZ PATLÁN
@R_SANCHEZP
MAAZ
