En un entorno global incierto, lleno de tensiones geopolíticas, presiones comerciales y expectativas económicas volátiles, el análisis y la estrategia son herramientas esenciales para la toma de decisiones. Recientemente, durante la Asamblea del Consejo Directivo de la Industria Nacional de Autopartes (INA), tuvimos el privilegio de escuchar al doctor Luis de la Calle, uno de los economistas más preparados de México, quien nos ofreció una lectura profunda de los desafíos y oportunidades que enfrenta nuestro país. Su mensaje fue claro y contundente: el destino económico de México no se definirá en Washington, sino en Palacio Nacional.
¿Por qué? En los próximos años, México enfrentará dos grandes escenarios, ambos profundamente ligados a la evolución económica de Estados Unidos. El primero es una posible recesión en nuestro vecino del norte, lo que tendría consecuencias directas sobre nuestra economía si no actuamos con rapidez y visión. La manera de salir adelante es fortaleciendo nuestra competitividad y convirtiéndonos en un imán para la inversión. Solo siendo altamente atractivos, con reglas claras y sectores estratégicos eficaces —como el energético y el logístico—, podremos evitar que una recesión allá se traduzca en una depresión aquí.
El segundo escenario, igualmente retador, es un endurecimiento de la política comercial estadounidense. Luis de la Calle advierte que Estados Unidos será menos abierto comercialmente, pero probablemente mantendrá o incluso incremente su preferencia hacia México y Canadá. Este fenómeno, aunque adverso en términos globales, representa una ventana de oportunidad si sabemos aprovecharla. Cumplir con las reglas de origen del T-MEC será más valioso que nunca y eso implica una tarea ineludible: aumentar el valor agregado nacional a nuestras exportaciones.
Aquí es donde la agenda pendiente cobra relevancia. La industria mexicana, y particularmente la de autopartes, necesita con urgencia una mayor integración vertical. Contamos con el gas natural más barato del mundo en Texas, pero no lo hemos sabido traducir en una ventaja competitiva. Importamos plásticos, resinas y aceros que deberíamos producir localmente. No porque no tengamos los recursos, sino porque nos faltan condiciones. Reformar el sector energético, mejorar nuestra infraestructura logística y asegurar la devolución eficiente del IVA a los exportadores no son solo temas técnicos: son palancas estratégicas de crecimiento industrial.
México tiene una estructura productiva más compleja que cualquier país de América Latina y se asemeja cada vez más a las economías asiáticas como Corea del Sur y Japón. Pero aún tenemos un largo camino por recorrer si queremos consolidarnos en posiciones de mayor liderazgo. Necesitamos ir más allá de las medidas defensivas y construir una agenda que atraiga líneas de producción que hoy están en Asia, promover alianzas con empresas que puedan establecerse en nuestro territorio, y defender con inteligencia nuestras posiciones comerciales en el mundo.
Hoy México es el principal proveedor de autopartes a Estados Unidos. Nuestra participación de mercado en este país supera, por sí sola, a países líderes como Alemania, China, Canadá, Japón y Corea del Sur. Pero esto no es gratuito. Se ha logrado gracias a décadas de integración, inversión, cumplimiento regulatorio y generación de confianza. Sin embargo, mantener esta posición, y sobre todo ampliarla, dependerá de que nuestras instituciones garanticen un entorno propicio para la inversión, con seguridad jurídica, certidumbre fiscal y una política industrial ambiciosa y moderna.
Luis de la Calle nos recordó que, a pesar de los temores, México y Canadá son los únicos grandes socios comerciales que reducen el déficit promedio de Estados Unidos. Estamos tan integrados a su cadena productiva que lo que exportamos contiene un elevado valor estadounidense. Esa realidad debe ser explicada con claridad a quienes buscan justificar medidas proteccionistas. El T-MEC no es una concesión para México; es una ventaja estratégica para América del Norte.
Ante una posible reconfiguración arancelaria, el valor del cumplimiento del T-MEC se incrementará. Si el arancel promedio de Estados Unidos sube, la preferencia arancelaria que garantiza el tratado será aún más significativa. Pero solo quienes cumplan con las reglas de origen podrán aprovecharla.
La conclusión es inequívoca: México tiene una oportunidad histórica para redefinir su papel en la economía global. Pero no debemos esperar que las soluciones vengan del exterior. Requiere decisiones valientes desde el sector público, visión compartida con el sector privado y una apuesta decidida por la innovación, la productividad y la integración regional. No es una tarea sencilla, pero como industria estamos listos para asumir el reto.
Por Francisco González Díaz
Presidente Ejecutivo de la Industria Nacional de Autopartes
MAAZ