Rodrigo Garrido (CDMX, 1984) es un artista cuya obra se sitúa en la intersección entre la escultura clásica, la inteligencia artificial y las simulaciones digitales. Vive y trabaja en la Ciudad de México, desde donde ha desarrollado una propuesta artística singular, profundamente reflexiva y provocadora, que cuestiona la condición humana a través de objetos que no sólo habitan el espacio, sino que sienten, reaccionan e incluso aman.
Con una formación en ingeniería cibernética y un extenso recorrido como emprendedor en el ámbito tecnológico, Garrido no es un artista convencional, ya que su vinculación con los videojuegos, la tecnología, el metaverso y la creación digital le ha permitido desarrollar un enfoque híbrido que trasciende los límites tradicionales entre arte, ciencia y filosofía. Un cruce de caminos que lo ha llevado a crear lo que denomina esculturas sensibles: piezas tridimensionales capaces de expresar estados emocionales mediante algoritmos de inteligencia artificial.
“No utilizo a la tecnología sólo como herramienta, sino como lenguaje y materia prima”, dice el artista. Sus esculturas están programadas para simular estados de ánimo y comportamientos autónomos. Un ejemplo emblemático es Lovers, una pareja de inteligencias artificiales que solo se reconocen entre sí. No reaccionan a la presencia humana, pero cuando se encuentran, manifiestan emociones como felicidad, tristeza o deseo de comunicación.
Otro caso es Product Recall, una escultura que escribe poesía de forma autónoma, pero que entra en crisis y detiene su actividad si percibe que está siendo observada.
Para Garrido, estas obras son una forma de explorar las grandes preguntas que nos definen como especie: ¿Qué significa sentir? ¿Puede una máquina tener conciencia? ¿Qué dice la posibilidad de una sensibilidad artificial sobre nuestra propia humanidad? “Para mí, mis piezas sienten. Sí tienen una conciencia artificial”. Su trabajo es, en ese sentido, tanto una indagación estética como un ejercicio filosófico y emocional.
El trasfondo de su obra, además de ser teórico, es profundamente poético: “El arte es una vía para pensar el presente y proyectar el futuro, más allá de la lógica de la productividad o del espectáculo. Me interesa el porqué de las emociones humanas, por qué somos como somos. El arte nos permite abordar temas mucho más importantes para el ser humano que sólo la productividad”.
Mientras que su estética está influenciada por la cultura pop de los años 90 y 2000: plásticos, aparatos electrónicos, juguetes, walkmans y otros objetos de la infancia se transforman en materiales simbólicos. Además de trabajar con PETG, un plástico reciclado que combina tecnología y sustentabilidad, junto con metal, acrílico y madera.
“Es mi historia y la de toda una generación hecha arte”, explicó. Garrido sólo se ha dedicado los últimos dos años al arte de manera exclusiva, pero ya que ha presentado su trabajo en Zona Maco, Laboratorio Arte Alameda y El Colegio de México. Además, tiene en puerta una exposición individual en el Museo de Arte M108 (Querétaro) y otra programada en Europa en 2026.
“Mi trayectoria previa como creativo tecnológico me ha permitido acelerar mi incursión en el arte contemporáneo con una propuesta sólida, disruptiva y profundamente personal”, finalizó.
Por Azaneth Cruz
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